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El blog del Nómada

La fotografía a contraluz

La fotografía a contraluz Hace poco, hojeando algunas fotografías, me acordé del relato que me contó una persona con la que me crucé en el desierto. El pobre individuo estaba mentalmente trastornado, y era ciego. Noté que necesitaba hablar con alguien, y dejé que me contara su historia, que es la razón de su estado actual. A continuación la transcribo, con mis propias palabras.
Salió de su casa al amanecer como cada mañana desde hacía ya un par de meses, cuando le regalaron su nueva cámara de fotos. Pretendía capturar con ella cada día un aspecto nuevo y diferente de la llamada “hora mágica” del fotógrafo y llevar al límite las prestaciones de su cámara reflex. Además aprovechaba esta salida para pasear a su perro.
El sol comenzaba a despuntar tras la montaña: ya se le estaba escapando la hora, y le quedaba una última exposición al carrete para terminarlo. Decidió entonces arriesgarse a llevar a su cámara al límite fotografiando una panorámica general a contraluz con la montaña al fondo; y a continuación ató al perro, el cual ya estaba rondando cerca con ganas de volver a casa.
El mismo día llevó el carrete de fotos a revelar, y a la tarde siguiente volvió impaciente a la tienda para recoger las diapositivas y marchó rápidamente a su casa para comprobar los resultados obtenidos con su cámara. Apagó las luces y encendió el proyector de diapositivas, enfocándolo frente a una pared lisa de su cuarto.
Fueron desfilando las diapositivas: mostraban detalles de plantas e insectos con tonalidades variadas y excéntricas, otorgadas por la exclusiva luminosidad de la hora en que habían sido tomadas las fotografías. Realmente, estaba algo decepcionado por los resultados, pues en todas aparecían pequeñas secciones borrosas o manchas amarillentas. Atribuyó dichos defectos tanto a su inexperiencia como a la posible mala calidad de la película, incapaz de reflejar todos los sutiles matices de la luminosidad. Entonces llegó a la diapositiva número veinticuatro.
En ella aparecía un monte en último plano, con un tímido sol asomándose discretamente detrás de él. No fue eso lo que le llevó a la locura. Tampoco fue que en la imagen no aparecieran ni pinos, ni algarrobos, ni arbustos de hinojo y de romero; y que en su lugar no hubieran más que manchas difusas amarillentas. Ni siquiera fue que no apareciera su mascota en ningún rincón de la foto cuando sabía que debería de haber sido fotografiada. Aquello que hizo que se produjera la ceguera con sus propias manos fue observar el reflejo de su propio rostro, de un tono amarillento enfermizo, plagado de laceraciones, y del cual la vida había huido ya despavorida por el inminente aliento de la muerte.

2 comentarios

oroD -

Poe camina por el desierto... Invitando a té a los descarriados y extraviando las mentes de los despistados... Me gusta...

CoRA -

Veo un pequeño Lovecraft en tus escritos nen. Clave la última frase, clave. Jajaja.