Blogia
El blog del Nómada

Relojes de arena

Relojes de arena Fui a curiosear una nueva duna que se había formado a unos centenares de metros del refugio. Me divertí andando sobre la cresta formada por el viento, desfigurándola. Al mirar pendiente abajo, vi una pequeña y vetusta estructura, que interpreté como un puesto de venta. Mordido por la intriga, bajé a grandes zancadas la duna, provocando pequeños aludes de arena, preguntándome qué podía ser aquello.

Cuando llegué frente al puesto, constaté que estaba en peor estado del que creía. Al acercarme al mostrador, como no veía a nadie, pregunté con un alto tono de voz si había alguien ahí. La respuesta fue ver surgir un turbante azul marino que empequeñecía la ya diminuta cabeza que se asomaba. Imagino que se trataba, por los profundos surcos que dividían su cara en pequeños sectores, de un hombre extremadamente anciano. Bien podía ser que tuviera no más de cuarenta años y su aspecto desgastado se debiera a haberse expuesto toda su vida a las inclemencias del Siroco.

Tras saludarle, le pregunté qué vendía, y él me contestó, con un tono que indicaba sorpresa “Relojes de arena ¿qué va a ser?”. Acto seguido, y perplejo por la respuesta obtenida, le pregunté cuál era el precio de los relojes, y qué tipo de clientela tenía, si es que tenía alguna, en un lugar tan inhóspito e insólito para la venta de cualquier cosa que no fuera agua. Su respuesta fue ésta “Cualquier persona que llega hasta este lugar; a excepción de ti joven nómada que vagas por estos parajes alimentándote del sol, de la arena y de tus reflexiones; sabe que no tiene escapatoria. Sabe que ha caído en las garras del Desierto, en las fauces de la arena, y que no volverá a ver lo que llaman civilización. Mi función aquí es otorgar a estas personas condenadas un privilegio (para algunos una maldición): con mis relojes de arena se les permite ver el flujo de su propia vida a través del embudo por el que se deslizan las partículas de arena, y comprender su sentido. Entonces tienen dos opciones: si están descontentos, giran el reloj y vuelven a empezar una nueva vida, pero siempre más ligada al Desierto que la anterior. Si están satisfechos, dejan que caiga hasta el último grano de arena, y entonces ellos mismos pasan a formar parte del mundo del Desierto”. A continuación le pregunté qué ganaba él con todo esto, a lo que me respondió “El pago por esta oportunidad es su propia vida, relatada por ellos mismos mientras van cayendo las partículas de su existencia”.

Entre un estado de terror y confusión por lo que me había sido revelado sobre el destino de los humanos, comencé a alejarme cuando, de repente, otra duda me sobrevino. Entonces me giré para preguntarle una última cosa: “¿Y, cuál suele ser la elección de las personas?”.

0 comentarios